SEMBLANZA
Cristino ingresa por mediación de un amigo en las juventudes comunistas en 1930, responsable del aparato de comunicaciones y radio de la organización juvenil. De profesión marino fogonero, perteneciente al Sindicato de Transportes en Sevilla, realiza continuos viajes entre Asturias y la capital andaluza. Participa en la Guerra Civil española y más tarde toma parte activa en la Resistencia francesa contra los nazis; allí se convierte en el autor de tres grandes hazañas: la liberación de los presos de la cárcel de Nimes en febrero de 1944, la liberación de Foix y el combate de la Madaleine en agosto del mismo año. Fue llamado por las poblaciones de los Departamentos del Gard, de Lozere y del Ardeche, “el libertador de los tres departamentos”.
Terminada la II Guerra Mundial vuelve a España y se integra en las filas del maquis para derrotar la dictadura franquista mediante la lucha armada. Cristino es hecho prisionero y fusilado el día 21 de febrero de 1946 a pesar del clamor universal de solidaridad exigiendo su liberación.
Después de su ejecución, Francia cierra la frontera con España durante dos años. Le conceden el grado de teniente coronel y la Cruz de Guerra con estrella de plata; también le ponen su nombre a muchas calles y erigen monumentos en su nombre.
Con la llegada de la democracia le hacen homenajes en casi toda España, pero sobre todo en Asturias. En su pueblo natal del Ferrero, con motivo del 50 aniversario de su muerte, sus vecinos descubren una placa de bronce sobre un pilar de hormigón con la inscripción: “En Honor de Cristino García Granda - Jefe de Francotiradores y Partisanos - Fuerzas Francesas del Interior - Ferrero 1913-1946”.
Cristino fue, con mucho, el más famoso de los guerrilleros españoles en Francia y un símbolo de la Resistencia francesa. Hombre disciplinado que sabía imponer la disciplina, modesto, con nervios templados, meticuloso en la preparación de las operaciones de que era responsable y decidido a la hora de su realización, jefe, compañero y amigo de cuantos estaban a sus órdenes, nunca abusó de su autoridad y, una vez liberado el territorio, no pretendió los honores de su triunfo. Unía el valor y la audacia con la prudencia y la serenidad, era tan intuitivo como inteligente, tan buen ejecutante como organizador, tan estratega como táctico. Y era un jefe nato
Cristino fue un héroe en Francia y un bandolero en España. En Madrid fue fusilado y en Saint-Denis le dedicaron una calle. Lo paradójico es que la doble condición oficial, héroe y bandido, tiene su genealogía en el mismo episodio: la batalla contra el fascismo durante los turbulentos años treinta y cuarenta. Había combatido en la guerra civil española contra los militares sublevados, en la Resistencia francesa contra los nazis y en el Madrid de la posguerra contra el franquismo. El guerrillero asturiano, que había dedicado toda una vida a luchar por la causa de la libertad, fue tratado por la justicia franquista como un vulgar delincuente, y concluyó su aventura ideológica y vital frente a un pelotón de fusilamiento en la prisión de Carabanchel.
Cristino lo abandonó todo para venir a España a continuar la resistencia contra Franco. Un hombre que se enfrentó también a los magistrados que lo juzgaban para proclamar con orgullo su condición de comunista y revolucionario. Lo que hizo Cristino lo hizo por el partido, por la II República y por España, por lo que él creía sinceramente que era: LA LIBERTAD.